Alumbrado Público

No podés hablar mal del semejante. Pero en el bar se sientan a tomar un trago, putean al choferr del colectivo que pasa y pagan para levantarse. Ristras de ajos para los vampiros y crucifijos para subir al cielo, la moda del millón ya pasó, en Alemania, en Japón, en América del Sur, hace un siglo o hace seis siglos.

El impulso me saca a la calle, movilizo la oración de caminar al sol, me enredo en el viento que corre con ruidos y palabras. Sonajero de aire libre.

El altibajo de hoy me saca del hogar, asomo la cara, lejos de ir hacia el mar, agarro para el lado de la avenida. Circulan los autos, más rápidos que yo, me ganan. ¿qué juego me entretiene? cuento los faroles  públicos apagados. La oscuridad que provoca la cerrazón de las paredes hará que se enciendan ante la luz de las estrellas.

Al paso de la caminata el árbol del verano anuncia a blanca flor su fruto, se vienen los duraznos. Esa alegría es para los pájaros.

Quien marcha y continua, yo, apoyo en mi espalda los faroles que cuento, el número que aumenta y me acompaña. También aumenta la concurrencia en la proximidad de la avenida.

Las buenas madres se peinaron hace dos horas allá en su barrio,  y cambiaron los ejes chirriosos de sus changos por el zumbido del aire climatizado de las galerías,Su gasto, a su regreso, se habrá convertido en el deseado paquete que querían conseguir.

Doblo en la transversal, la avenida  me impone sus 4 carriles de una sola mano,maquillada para un día más.

Presto atención a las fragancias de los pisos limpios, lavanda, frutal, bosques perfumados atiendo a las letras en los carteles  ¡son tan grandes! la consecuencia del barullo y la velocidad. La ilusión que se desarmó en mi departamento cuando me puse los zapatos ( o tal vez la esperanza que alberga el hueco de la ilusión rota) viene sola, yo no la llamo. Para endulzarme pestañeo y miro el reflejo chato y transparente en la vidriera, una mujer va hacia la izquierda grabando un mensaje de voz, un hombre camina hacia la derecha con sus auriculares en las orejas. Un camarero carismático  rodea la mesa y levanta los platitos, en el café. Un grupo de tres mujeres y un nene coronan la entrada de un comercio, muy poquito le interesa la campera que le están eligiendo, el nene apunta su perfil a un hombre y una mujer que pasan alternando palabras en voz baja,. La pareja va andando unos metros delante de mí, con la seguridad de 4 ojos cruzan la calle, yo me detengo en el cordón, veo que no dobla algún apurado, otra mirada por si arranca uno estacionado,

Donde el tomá y dáme deja la certeza de algo entre las manos por hoy me entrega un paseo que en 10 cuadras se acaba. Sonrìo, las alcantarillas llueven al revés un vapor podrido. Somos esto, una decoración que cubre tuberías de desagüe de excrementos inmundos. Nos gusta el satin y la laca si es otro el que mete el brazo abajo de la tierra para destapar las cloacas.

Subo el cordón y dejo que los autos pasen. En voz de mujer y en voz de hombre saltan las palabras de la murmuración de frases gastadas, junto en mi entender como una lista de repetidos barato, menta, sorpresa, tarde, examen.  La timidez de las  casitas de rejas y portones cerrados del barrio de las diagonales fuerza un retorno, las vidrieras dan media vuelta.

Sobre el mantel de la mesa del café, una flor que no dejé ve un cuadrado negro, me prometo una buena taza de café con mi compañero en la oficina. Yo, junto a miles más, distraemos alguna amargura y esa camisa y esa pulsera que compro para vestirme de otro día con mejor suerte, me alcanza.

Creo en las batallas, en las luchas y el triunfo, pero desconfío de las marchas militares re-tocadas al servicio de cualquier general. Como las canciones cansadas de te amo, te necesito, te extraño, exhalan un aliento cansado que no llena ningún molde.

Antes de entrar al trabajo un saludo nos enfrenta en el bullicio del trajín colectivo, con básicas frases (que otro día, con más tiempo, seguimos charlando, nos encontramos), todos igual transitamos apegados a citas y horarios.

Después del trabajo, luzco mediocre. Dejo parada a mis espaldas la fila del colectivo. Tan corriente es la paga, un surco de trato correcto con trámite seguro, que decido soltarme de las ideas de la ventanilla del viaje. El prócer puso la cara en el billete para dormir en oficinas cerradas, vacías, apagadas.

A la retaguardia de un diezmado irse por las tardes, mi salida es al borde de las 8.

Escuchá, la noche es blanda

¿te cabe esta tonada

apoyada en mi voz?

Fue un día liviano

porque te quiero bien

Los día son livianos

Escuchá, se marca con

los pies ¡pan, pan, pan!

Tu contestación ¡queso!

¡Pan!

Acordáte,

el día liviano

¡pan, queso, pan, queso!

¿quién pisará a quién?

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