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Me voy de ciudad Atlántica
Melian enfrentó al hombre que recibiría su tarjeta de acompañante, el la dejó caer por el buzón, el brazo mecánico de la barrera se levantó y ella siguió hacia adentro del salón de reuniones donde festejaban el ingreso de estudiantes a la universidad de ciudad Atlántica. Vio en una de las paredes la proyección de la fachada de la universidad acercando las aulas de los 4 pisos rodeados de parque, mostranto la leyenda «la Universidad Atlántica te espera». Melian dejó atrás el brazo de la barrera y miró hacia las caras de los chicos buscando a los compañeros de Jazmin. Romano y Dalia, que se quedaban a dormir en casa con Jazmin, y a Nari, Marcelo y Tiano, con quienes se conocía desde niña. No estaban en el salón. Ellos estaban en los banco de la terraza, Melian cruzó la galería y hubo un encuentro entre sus miradas, Nari la tomó de la mano, para sentarla al lado de ella, Romano se llevó las jarras vacías saliendo del grupo entre los bancos y la mesa. Maecelo estaba hablando de cómo se marcaban unas rayas en su camisa al tensionarse distintas partes de su cuerpo.
-me tensiono y se desarregla mi ropa, me sucedió en clase, y acá en la fiesta
-acá nos divertimos, sin exigencias ¿qué podría tensionarte?
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Dalia se aproximó en el banco, Marcelo, torció la cara hacia abajo, sus cejas rectas marcaron esta inclinación con las orejas por arriba de los ojos y la nariz «no sé…» «¿tenés miedo a las multitudes?»,»no sé ¿miedo?…» Se abrazaron un poco. Romano regresó a la terraza con una jarra en cada mano y un vaso colgando de un asa, se sentó en el banco con Nari y Melian que conversaban.
-…entonces cómo reía y compartía su sueño de tener éxito como papá, un profesional conocido en todas las capitales, y cómo reía si solo hablaba de viajar lista para vivir el momento, me dice lo libre que es
-¿C.omo será eso? Ayer Dalia pasó a contarme «Jazmin se va de ciudad Atlántica, me abrazó y todavía pienso en que no vuelvo a verla»
Romano servía los vasos volcando bebida fresca, junto con Tiano levantaron sus bebidas y escaparon de la charla melancólica para el dance.
-Llevo un año en la universidad, llevará años de capacitación mi carrera, este tramo de mi vida no está predeterminado..
-Vos sos libre en las decisiones, elegís una especialidad, dejás de Buenas las otras…
-…y Jazmin quiso decirnos que todas las responsabilidades del hogar le pesaban.
Dalia miró el horizonte de la noche sobre el mar, la luz en la terraza marcó las sombras en su cara volviéndose hasta Melian que hablaba,
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tan parecida en la voz y el aspecto a su hermana Jazmin, de una relación pasada. «Nosotros estabamos bien, pero discutimos un día porque una vez yo quise ir al bar y él quiso quedarse en casa o porque yo quería ir a la playa y él no, además de que empezaba a parecer un noviazgo». Nari habló muy rápido, algo así como quién puede enterarse de que la ilusión que nos encandila puede ser falsa sin experimentarla, y Melian palmeó su muslo solo para aseverar su razonamiento. Dalia variaba en pequeños ángulos su cara apuntando los cambios coherentes de una conducta inspirada por las emociones afectivas. «está bien cuidarse de que te dominen o de dominar a otro, son sentimientos, no habría que truncarlos»
Romano buscó un poco de aire afuera del salón, tranquilizándose de la trepidación del baile, Nari y ella pasaron a su lado, iban para el salón, Nari se quedó bailando entre la gente y ella salió hacia el estacionamiento, un chico y una chica hicieron levantar la barrera que bajó detrás de ella.
El conductor del auto desacelero, lo que despertó a Jazmin, estirada en lo asientos de atrás. Entró a la estacón de ruta a mano derecha, dejó a su mujer y a Jazmin en la playa frente al almacén y bar, llevó el auto a la carga de metano y caminó acomodando su ropa. Ellas se servían ensalada y un vaso de soda gigante. La inercia del viaje los capturó, guardaron las credenciales y un paquete de bizcochos en los bolsos para seguir la ruta. Jazmin ocupó la butaca del acompañante, calzándose las gafas negras para mantener su vista al frente en medio del brillo encandilante del sol que bajaba la porción de tarde que quedaba delante de ellos. Recién puesto el sol, se las sacó y las colocó en el estuche, su nariz mostraba un bajorrelieve´
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rojo que fue borrándose.
Celine desvió el auto hacia el playón de descanso, se cambió al lado y Jazmin arrancó. En la consola, la pantalla reprodujo un mensaje «Usted está llegando a Ciudad Comunicaciones, construída sobre un área de 128 km2, población, 230.000 habitantes. Agenda para el viajero y servicios», ellos se detendrían una ciudad más adelante, endonde Jazmin tenía decidido quedarse y conseguir un empleo
-¿Conocen ciudad Comunicaciones?
-Vine varias veces, vinimos Celine y yo el año pasado y …
– mi amiga nos invitó a su casa el mes pasado. El próximo invierno nos visitará en Pueblo Sierra Oeste.
-Yo conozco la ciudad porque mi padre tiene primos, hijos de la hermana de la madre, y acostumbraban verse, veníamos con él. ¡jamás me permitieron tirarme de la antena! «¡quiero tirarme por el cable!» Pero solo era permitido a mayores de 14 años
Ricky sí se había tirado por el cable. «La antena tiene 120 mts, el deslizador acelera más y más, la guía se ensancha, vas frenando, el suelo está muy cerca, frena y el deslizador se hamaca parado. Mirando desde el suelo, la siguiente persona que está esperando el deslizador en lo alto de la antena, mide como la punta de mi meñique».
Una mano empujó su rodilla, Celine la despertó. La consola reproducía un audio, así entendió que llegaban a ciudad Gobernador Aldo García. Ricki detuvo el auto, y sacó una mochila del baúl. Parados al lado del auto le ayudó a ponerla en la espalda, «300 mts. por la entrada, el servicio de
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comedor de la parada de autobuses abierto, a mano izquierda». El entró al auto, Ricky y Celine siguieron la ruta a casa, ella comentó «¡ se la comerán los lobos salvajes !», la acelerada se tragó el comentario.
El horizonte desplegó rosados, violaceos y celestes iluminando mucho más que los faroles eléctricos. allá, a mano izquierda, el servicio a donde ella iría, las casas de alrededor comenzaban a volcar olores por las ventanas, los portones automáticos se abrían y los autos avanzaban hacia la calle entre los chorros de riego automático de los jardines. Ella salió del comedor para la Oficina Municipal, en una ciudad que no conocía. Lo sabores del desayuno la habían enfrentado a una pereza que debió vencer en la vereda de la Oficina Municipal. Un hombre barría con un escobillón adentro del edificio, salió con el ecobillón a la vereda y saludó a Jazmin.
-Todavía falta media hora para que empiecen a atender, ¿quiere esperar adentro? Hay expendedora de café.
La mochila pesaba en la espalda y el bolso pequeño ocupaba su brazo izquierdo, arribada a la ciudad de madrugada, aunque llevaba el mapa urbano que le habían entregado en la Municipalidad, tuvo que decirle al chofer del microbus dónde debía bajar. Las gafas para el sol colgaban de su cuello, ella iba a la Residencia y Habitacione un domicilio que registró en la oficina municipal para contacto de un posible empleo. Ese lunes se tiró en la cama todo el día, el mapa como lectura, y aceptó las dos comidas del hotel sola, al mediodía, y, a la noche, junto a una docena de personas que la hicieron sentir bienvenida.
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Jazmin dejo el cuarto a las 9, metió algo en el estómago y buscó en la avenida el microbus hacia el paseo comercial céntrico. La Residencia era una casa de tres pisos , con el comedor y sala para juegos en la planta baja. Ella había escuchado música de diferentes habitaciones en la noche y despertó decididida a conocer la ciudad.
Un gran supermercado era la última construcción comercial a lo largo de diez cuadras de anuncios de marcas y productos en exhibición en escaparates, ese gran edificio terminaba el paseo y comenzaba el barrio Alto, un barrio de casas lujosas en una convergente frontera del campo y la ciudad. Ella compró una crema emulsionante y jabón en la perfumería, y pagó con la transferencia de créditos,.La espera en el mostrador le permitió a un recuerdo abarcar su atención «ńo sé porqué desaprovechás la carrera universitaria, tus calificaciones son muy buenas y terminaste el ingreso. No pienses en tu familia y en lo ue te queremos pero evaluá el esfuerzo que has puesto en tus estudios». Guardó la credencial en la cartera, tomó el paquete que le entregaba la vendedora y retomó la peatonal hacia la derecha, salteando al andar el recuerdo del diálogo con su padre y los preparativos del viaje con el matrimonio Doquis con la actual vivencia en Ciudad Gobernador Aldo García y la necesidad de trabajar para seguir la vida de viajera.
Ella supuso una tarde aburrida allá en la Residencia. En la planta baja la recibieron un chico y una chica empleados de allí, el empujó la pantalla haciendo rotar el visor para que Jazmin pudiera verlo, «hay una nota para vos en el comunicador», apoyó su credencial en el acrílico térmico y leyó el
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mensaje, provenía del taller SITRO que tenía un puesto vacante, entrevista con sr. Hugo Conti y la hora de la misma, copió el domicilio y respondió al mensaje. La zona industrial era incomprensible, un zigzagueo de calles y pasajes hacía inutil el mapa, dos chicos que iban a su trabajo desde la residencia la guiarían hasta el taller.
Por la mañana, dos horas antes de la entrevista, viajaba en el microbus.
-¡Hay quienes se extravían y se presentan en otro lugar de trabajo!
Ella giró la cabeza y él inclinó su torso hacia adelante
-Escuchá, que nosotros bajamos acá, y vos bajás antes de que doble hacia la izquierda, son dos paradas más adelante.
Asomada a la primer bocacalle, avistó el Taller Sitro como él le había descripto. Vestida con una pollera a rayas blancas muy finas. camisa celeste suelta sobre la falda y zapatos acordonados, especuló cuánto tardaría en hallar el comedor que le habían mencionado, restaba una hora y media para la entrevista con el sr. Conti. Alejándose dos cuadras, solo veía portones y paredones, lo mismo en las otras dos, en la cuarta esquina notó el cartel de Comedor Quintino, y consultó si podría esperar allí durante una hora, y aprovechó para pedir café y un paquete de galletitas.
-Ocupe cualquier mesa, señorita, este lugar se llena recién a las 11,30 h, el primer turno de almuerzos.
El salón era grande,con varios ventanales protegidos del sol por toldos lisos blancos, y disponía de mesas y sillas como para cien personas. El torneo de tenis de Brasil estaba siendo transmitido, los empleados guardaban silencio como si estuvieran en la cancha. El tablero mostraba el resultado parcial,
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Argentina tenía ganado un set. Ella había visto a estos jugadores en la cancha, había observado los trucos que marcaban el estilo de los deportistas, llevó su taza a una mesa y prestó atención a la transmisión que podría ver en la t.v. de la residencia.
«Tengo que conseguir el empleo», se dijo en voz alta en las cuatro cuadras que caminó al salir. El sr. Conti no la recibiría, su secretaria la guió por las instalaciones. Jazmin la escuchaba ,… cepillado seco y el soplete de aireLo comprimido en el área de limpieza , en el laboratorio pasaban las piezas de los motores que necesitaban calibración, ella trabajaría en el engrasado y ensamble de las máquinas. «vení, Jazmin, acordaremos los turnos y firmaremos el contrato de compromiso para que empieces a trabajar el lunes»
El lunes a las 7´30 conoció a David, Teodoro y Doli, «ella será quien engrase y arme las piezas en el ensamblado. Doli, vos podés enseñarle el vestuario» Marian, la secretaria le entregó a Jazmin una bolsa con delantal, casco y guantes.
En la habitación, tirada en la cama, en los días con cielo celeste previos al verano lluvioso en ciudad Gobernador Aldo García, la ropa de Jazmin escondía esta palidez que el sol a la mañana y a las 3 de la tarde coloreaba en la nuca y en los hombros, con la idea de quedarse en la ciudad 1 o 2 años , soñaba con las olas del Pacífico o recordaba los juegos en la rompiente remando en su canoa. El regreso del trabajo acoplaba a estas siestas, desembocando en el comedor o en la diversión de juegos de mesa o de video. Jazmin guardaba sus pensamientos, callaba sus ideas aventureras.
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En la sala de juego, números y dibujos en la pizarra comprendía a 4 jugadores pendientes de su turno en la partida. Mari y Jazmin luchaban en equipo contra los gorilas de la jungla, defendiendo la plantación de bananas, las 2 jugadoras tomaron un respiro mientras los camiones recogían las bananas en la pantalla final, contentas por el pesaje que habían conseguido. Afuera de la residencia dos chicos y dos chicas callejeaban en el anochecer sentados en la pared baja que dividía la vereda y el jardín. Las casas familiares rodeadas de árboles frondosos se extendían dos cuadras desde la avenida y más de 10 cuadras pasando el hotel, la única casa de 3 pisos, al otro día, la puerta de vidrio del hotel se abrió y Jazmin salió hacia la parada del microbus en la avenida, en el taller encontró una camioneta descargando un motor descompuesto, la grúa lo había colocado en el transportador y allí se quedó hasta que Teo lo metió bajo el tinglado para analizar qué falla tenía.
Ella se calzó el casco, abrochó el delantal y buscó otro par de guantes para remplazar los que estaban agrietados. Apuntó la contrapunta del bolígrafo al plano del motor hidráulico y demarcó la sección que iba a ensamblar, las piezas desarmadas habían estado sumergidas en el limpiador, sopleteó con aire comprimido los residuos de cada una, y empezó a sonreir, y una risita aguda se le escapó en medio de la tarea. «Listo, lo armaré», habló sola para componerse, pero la risa la sacudía.
Doli pasó sacándose el casco, vio desde la salida que Jazmin se sacudía de risa,
-¡Vamos! que es la hora de comer
Hacia el comedor Doli caminaba escuchándola «…la expendedora de café lo servía muy caliente, común o tibio, funcionaba así apretando uno de esos
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tres botones…»
-esta máquina …¿la hicieron en la escuela?
-sí, la armábamos desde los circuitos, las tuberías, calentadores, el programa de la ventana lectora. Yo con dos comañeros sumamos el detalle de máxima y mínima temperatura. El profesor nos dijo que era » una idea horrible», que «el café sale café», que»tendríamos que haber sabido que el café tibio era agua sin sabor y el otro era…»
-¡enojadísimo por el café, cero total, al desguazadero!
-«…un montón de vapor con un fondo caliente y negro» No le gustó, entre los tres tuvimos qe reformarla con sus correcciones
-No, no le gustó, Las dos aflojaron a la risa. El bandejero volvió para servir a Doli y a Jazmin, después de que había servido a Teo y David, sentados en la mesa con otros dos hombres antes que ellas. La conversación otra vez se animó «El río Niquelio tiene balnearios» le habían contado a ella que venía de otra ciudad, «allá, para el este es más rápido…» Muchas mesas mostraban tazas vacías enfrente a las sillas desordenadas, el gentío se descongregaba saliendo del salón, En fila detrás de David, Teo y Doli y esquivando a las personas que entraban, ella captó que la miraban, la corriente permanente de aire del ventilador empujaba su pelo enrulado que le cosquilleó adentro de la oreja, se habría corrido de allí, habría seguido hacia la vereda, pero Doli había detenido la marcha girando un cuarto de vuelta, una chica la llamaba.
-¡eh, Doli! ¿cómo te va?
Jazmin capturó la silueta de la chica de pelo morocho sujeto que sobresalía
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con ondas a contraluz.
-¡cuánto tiempo sin encontrarnos! Muy, muy bien, tampoco te he visto por Las Quintas
-me cambié a unas cuadras del viejo domicilio..¿quién es la-rareza-de-otra-ciudad que te acompaña?
Jazmin encontró reflejado su pensamiento en el espejo de sus palabras
-Jazmin trabaja en el taller, estamos regresando. Nos veremos, pasaré por tu casa.
-dale, luego te paso la dirección
Teo miró a los dos lados para cruzar la calle y esperó allí, en la esquina, no pasaban autos pero vio que las chicas se acercaban adonde estaba él.
El taller Sitro tenía una recepción muy amplia. Marian escuchó la chicharra anunciando el ingreso de los mecánicos, acostumbrados a encontrarla en el camino del trabajo al comedor, la miraron, Teo notó el cambio, «hola, estás ocupadísima y te olvidaste del almuerzo»
-no me olvidé, ¿no notaste que entré más tarde?
-¡oh! Es cambio de temporada…
-..también salgo más tarde, y almuerzo 13,30
-por el cambio de temporada- el perfil de Teo apuntaba a Marian y señaló la pantalla que ella miraba.
-por eso- el listado de aleaciones de Ofremineral era interminable-y estoy
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ocupadísima. Necesitamos un metro cuadrado de aluminio y carbono de un espesor que no es común.
Al momento de la salida, la recepción estaba vacía. Las chicas se saludaron con Teo y David que estaban bajo el tinglado esperando que pasaran a buscarlos.
-¿qué harás este fin de semana?
-eh, harán un picnic nocturno en el parque municipal, con jarras y música, y juego de pelota, ¿vos qué harás?
-conocí a un chico, iremos a algún bar del centro, el sábado
-¡muy bien!
La línea para Las Quintas pasó antes que el microbus de Jazmin.
El picnc nocturno era también fiesta de despedida de algunos compañeros que abandonaban sus tareas en la ciudad. La garra en el juego de pelota o bailar dejando en los giros el miedo a ese gran espacio oscuro, y tenderse, agotados, en el césped fresco y remontar el cansancio para bailar nuevamente o correr en un pique más, eran los rezos en la noche. Dispersos por la calle en el kilómetro y medio que llevaba a la avenida, los amigos se retiraban. Jazmín subió hasta su cuarto y volvió a salir para buscar un vaso de agua. se durmió escuchando risas del cuarto de al lado y balbuceó, «hay unos que siguen bailando…»
Sentada en la cama, cruzada de brazos, la luz intensa del día en el recuadro de la ventana le daba en la espalda, se cambió con una remera blanca y un pantalón rojo, recogió con una hebilla el pelo que colgó en una colita en la nuca. Era la cuarta semana que empezaba alejada de la costa marítima, los días larguísimos del verano lluvioso, la llanura verde que circunvalaba la
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ciudad y se perdía bajo el cielo con montes y hondonadas, le planteaba la necesidad de la protección de remar durante horas en el mar. El desorden del cuarto resistió que desocupara la mochila en busca del pilotín, y, satisfecha porque en la mesa quedaba espacio para las revistas, colgó todo lo otro del perchero de pared. La universidad no pudo atraparla, despegarse de la carrera dándole cuerpo al plan, al deseo, era un empujón ineludible para ocuparse de ella misma, de lo que quería.
Encontró a Doli en el taller, temprano, recién entraban. reconoció al saludarla una risita nerviosa, recordó su cita del sábado y evitó peguntanle cómo estaba – se te ve muy bien- asintió con la misma risita callada, abrochándose el delantal. Jazmin revisó el estante y retiró guantes de tres pulgadas, los que había estado usando estaban al borde de la grieta. Concentrada en el brazo hidráulico del banco, levantaba unos rodillos enormes hasta sus correspondientes ejes y así concluyó el armado.
Marian traía puesto el casco para circular adentro del taller, se metió en el cuarto un minuto para hablar con Jazmin.
-hoy podemos revisar el contrato para los próximos 12 meses, el Sr. Conti quiere que continues
– genial
– después de tu hora libre y antes de la mía, nos juntamos y lo vemos
-muy bien
Cortó con la caminata de 4 cuadras los pormenores del almuerzo del lunes. Marian demoraría algo, muy poco. Ella desapareció detrás de una puerta, levantó la palanca y el agua corrió por el lavatorio arrastrando la espuma
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por sus manos, y fue hacia el escritorio con un vaso descartable de café.
-listas, son pocos items, las obligaciones del sr. Conti: acreditación del 1 al 5 de cada mes, licencia y seguro por enfermedad. Tus obligaciones: el turno de 7 horas de lunes a viernes ¿bien?
– bien
– dos items más: ¿qué disponibilidad tenés para horas extras? opciones: media jornada, una jornada, 2 jornadas.
– un jornada completa
-último, optá por una de estas bonificaciones: alojamiento gratis en centros vacacionales, ahorro para la vivienda o suscripción trimestral a la lotería nacional argentina
-la suscripción a la lotería
Marian trastabilló con el gesto, Jazmín creyó elegir lo adecuado a su necesidad y defendió esto solidamente «no me quedaré a vivir en Cdad. Gobernador Aldo García mucho más de 2 años, tengo planes para seguir viajando»
-bien, me sorpendió algo. Este contrato dura un año a partir de hoy, la firma es al lado de la equis.
El ruido de la grúa en el playón daba cuenta de que los chicos descargaban la camioneta, en el lapso que la puerta estuvo abierta para que entrara Doli, oyeron las voces fuertes de uno a otro.
-tenés que saber, aumentaron los créditos libres de 20 a 30… otra cosa, dame tu tarjeta credencial para los códigos de seguro y de la suscripción de la lotería, se activarán con la siguiente lectura.
El descanso se acabaría enseguida, Jazmin revisaba con la mirada en dirección al pasillo y, agarrando la tarjeta que le devolvía, se levantó.
Recogió el delantal y el casco que había dejado en el vestuario, Doli también, dando señales de haber puesto los pies en la tierra le preguntó si la habían fijado por un año, «sí, por un año», separándose de ella por el pasillo escuchó » Muciel me dio su nueva dirección, dice que te lleve, nos 14
invitó, dice que te lleve para que no te pierdas» «aha, iré» Doli no escuchó, pero al menos estaba dialogando.
El trabajo y la paga eran muy trascendentes para ella, como descubrirse adulta con un ideal que entrelazaba su naturaleza aventurera con las obligaciones. Activó su status laboral con el pasaje, habían hablado en el camino hasta la parada de cómo llegar a la casa de Muciel, con lo brazos abiertos Doli le había mostrado el recorrido del bus a Las Quintas , doblándolos para mostrarle las vueltas que daba. En la residencia pasó a su habitación. Un trote, esfuerzo final, y los peldaños corrieron a su espalda, y sus hombros saltaron de escalón en escalón hasta el primer piso. Los toallones limpios sobre la cama le pusieron la iniciativa de ducharse, desabrochó una sandalia, con la mano tanteó en el tobillo la hebilla y la soltó, en equilibrio sobre el otro pie desabrochó la otra. Descalza, un pestañeo suave barría en los ojos la habitación iluminada, su mirada reincidió en los toallones sobre la cama. Tal vez mañana se encontraría con Muciel y Doli, tal vez el miércoles, aprovecharía esta tarde para descontar de su salario regular cuanto no gastaría en esta ciudad, asignándolo a créditos en el extranjero. Cambiada con un short y una camisa, tomó lo lentes de sol. A favor del viento en una ciudad extraña, afirmaba el lanzamiento de sí misma al viaje que había comenzado, que era dejar esta ciudad como había dejado Ciudad Atlántica. Lo raro de andar por la ciudad a esa hotra ahuzó sus sentidos, desperezándola desde la suela de los zapatos hasta los secretos párpados que tapaban las gafas.
Sí, comenzó a llover. Le habían dicho en el hotel que se esperaba lluvia durante la noche: chaparrones repetidos lavaron techos y paredes,
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cordones y esquinas, borrando los surcos de la tediosa inercia del trajin. Las casas gotearon por la mañana el testimonio del aguacero, Jazmin se levantó de la mesa, desde el mostrador, la empleada de la residencia le hizo notar que una de sus zapatillas arrastraba los cordones sin atar.
-¿qué pasa? ¿estás dormida? ¡ariba chica, el día está soleado!
-es eso, estoy dormida, me sacudiré las sábanas
El día de trabajo terminó y estaba de vuelta en la residencia, «estuve pensando, te esperaré en la parada porque vas a perderte» el miércoles irían a casa de Muciel «está bien», y en el relevo del turno del comedor le avisaron que irían «muy bien, va a gustarte más que el departamentito del primer piso donde estuve viviendo». Se sirvió una limonada que se puso a beber sentada en un sillón del hall, entre los sorbos que daba, la mañana se borraba. Desordenadamente el cansancio físico y el desvelo que le había grabado Muciel se juntaban en un sopor que bajaba sus párpados. La siesta fue un apartado descanso que el día lunes había salteado, rotando el perfil sobre un hombro y sobre el otro, salió de su habitación para la planta baja y en la sala de juegos se sentó frente a la pantalla y gastó su tiempo en mirar unos videos de canoísmo amateur. En la mesa, una bronca común daba a entender en el diálogo de la cena de hoy cuánto es de valioso para cada hombre y mujer que trabaja por un salario sentir que es el rey o la reina durante el día libre. Y ella estaba de acuerdo en adherir a esa bronca que amenazaba a las nubes tormentosas con sus inundaciones y lluvias para que siguieran de largo el fin de semana, y dijo que ella pretendía ir al balneario todos los fines de semana.
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-¡Vamos!
Jazmin volvió a la sala de juegos y pasó del canal de deportes que había estado mirando a la agenda que publicaba el canal de la ciudad, era una grilla que brindaba información para distintas preferencias, eligió deportes, pasó a recreo y camping de río Niquelio, y no vio más de lo que ya había escuchado, si nadie había hablado de remo era porque en Cdad. Gobernador Aldo García no se practica remo.
En un punto de partida que solo le había servido de llegada, tomó la línea que venía del centro comercial. La conducía hacia el lado opuesto de la ciudad que ella conocía. Las calles ajedrezadas y las veredas anchas desaparecieron. En un lapso corto la edificación común se completaba con cultivos que eran contenidos en parcelas bordeadas de árboles frutales y ligustros podados. Las calles seguían después de curvas caprichosas, Jazmín perdió la cuenta de cuánto faltaba para bajar hasta ver, allá adelante, a Doli en una esquina.
-ves que va para allá, vos tomás por ahí y la otra calle que corta es por la que pasa de vuelta-siguieron con la mirada el microbus que había vuelto a doblar.
Ellas caminaron mientras mantenían una charla en el lenguaje usado por los mecánicos, muy común para Jazmin que desde niña lo había mamado en su casa. Doli extendió un brazo e iba hablando de la producción de materia prima y le contó de la manufactura de la mezcla de jugos para jarra, cruzó el antebrazo izquierdo por delante del pecho » yo vivo 3
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cuadras para allá, quedan 4 cuadras y llegamos a casa de Muciel»
-¡ella está muy contenta de haberse mudado!
-hubo unos meses, hace poco, antes de que tenga su empleo actual, en los que no la vi para nada. El año anterior, con su empleo anterior, nos veíamos cada mañana de la semana, pero ya estaba aburrida de ese trabajo…
-bueno, una chica que busca diversión, yo le cai bien
-¡ja! «alguien diferente en la ciudad de los campesinos»
-¿así dijo?
-sí
-eso es porque soy de otra ciudad, en Cdad. Atlántica soy una chica común
-sí, por eso estás aquí en vez de quedarte en casa
-¡ehhh!
Muciel metía una cortina vieja en una bolsa. La veredita que se adentraba en el terreno de la casa principal, terminaba en un antepatio con dos bancos de madera a la sombra de dos algarrobos. Cerró la bolsa de basura, sintió que el dije y la cadena se soltaban y caían por su blusa, sintió el andar de gente en la entrada y giró sonriendo, con la mano derecha encontró el colgante y la cadena bien ceñida.
-¿Cómo están?»
-bien, ¿cómo te mudaste aquí?, está solitario, ¿por qué no más al centro?
Jazmin dejó su bolso en el banco y se sentó, vestida con un short y una remera que dejaban ver la musculatura firme de su cuerpo.
-¡eeehh! quien está aburrida en este barrio sos vos…desaparecés los fines de semana- y apoyó la bolsa y la dejó en el cesped.
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-¿Cómo podría quedarme en casa? ¡mi hermano es un asno que molesta por diversión!.-Otra vez Muciel oía lo que supo oir muchas veces, Jazmin comprendió que se enfrentaban discutiendo así desde siempre.
-…muchas veces te aconsejé que te vayas a vivir a tu propia casa y vos dilatas la decisión, lo postergás …
-…no me decido. El fin de semana lo paso acompañada de Luchi…
Hablaban con voz de niña, fina y baja. Muciel corrió el bolso de Jazmin y ocupó ese lugar, y Doli, el otro banco en ángulo recto,
-…que me tiene en el aire, van 3 semanas, no puedo contarte, incomparable
En el cesped, el encaje bamboleante de la sombra de los algarrobos era una filigrana toda arrullo si sumaba su voz Muciel.
-¿Te irías de casa con él?, porque él se enamoró como vos
-porque él está tan encantado como yo, ligero y en el aire. Pero no sé, verlo todos los días…¡uhhh!, el viernes nos encontraremos- la vista de ese encuentro puso sus ojos brillosos, inclinó su perfil desinteresándose, y lo levantó de nuevo recobrando la atención.
– Las Quintas es muy parecido a Las Ruedas, el barrio de casas de veraneo al sur de Cdad. Atlántica, lo mismo que acá, las construcciones en una sola planta están alejadas entre sí por potreros y jardines. Mucha calma.
-sí, mucha calma, por eso las próxima vacaciones quiero pasarla en alguna ciudad del oeste. Todavía no le dije a Luchi, quiero ir con él.
-¿A ciudad Paso de los Andes o a algún paraje de montaña?
-a ciudad Paso de los Andes, por supuesto,¡diversión, turismo!, Doli se paró como parte de la exclamación y, sonriente, recibió la burla de Muciel.
-¿Te vas a empacar?
-no. Pero sí, me voy a casa, a esta hora hay algo de tranquilidad y me
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pondré a estudiar.
Muciel dejó el banco y se adelantó alisando su blusa al lado de Doli, la acompañó hasta la vereda que llevaba a la calle. La insastisfacción causada por la costumbre se perdía en la memoria de Jazmin, trocada en su interior por los días copados por nuevas experiencias, por el placer de viajar a otra ciudad. Muciel tornó hacia los algarrobos. Ella se paró agarrando el bolso y ,de la mano que le quedó libre, Muciel la sacó del patio y de lo que estaba pensando para mostrarle las mejoras que llevaba realizadas, los armarios de la cocina, la iluminación, la mampara de la ducha, moviendo la palma de la mano derecha en dirección a esos lugares y agitándola en el aire para borrar lo feo que fue todo eso antes y que hoy era un ambiente contenedor, un hogar protector en medio de tanto verde.
-Te quedó muy bien
-llegás justo ¡no sabés lo horrible que era antes! Estaba inhabitable
-mi casa es mi mochila-Muciel, a punto de sentarse, se enderezó para servir dos vasos de limonada, apoyó uno en la mesa y se deslizó en el sofa con el otro agarrado,- y si hace poco ando así, me di cuenta de qué es lo que quiero y qué me hace sentir bien- haciendo equilibrio como un tentempié, dejó su vaso en la mesa, el envión la devolvió al lado de Jazmin-por eso no me fijo en una casa o en un barrio…- y se reclinó medio en el respaldo del sillón y medio en el costado de Jazmin- porque seguiré viajando-y extendió su brazo derecho a lo largo del respaldo bajándolo sobre el brazo derecho de Muciel para formar la misma curva.
-me alegro de que andes por esta ciudad, de que nos hayamos conocido
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Las palabras las arrimaban, tanteaban cuánto se habían gustado y atraído, y en un remolino de ellas se besaron para comprobarlo. Esas palabras se sumergieron en lo hondo del aliento y traspasaron sus pupilas, aprehendiendo la forma que buscó el deseo. Le pesó decirlo, » el servicio del bus dejará de pasar»
-mañana temprano tengo que ir a trabajar ¿cómo llego a la parada?
-voy a acompañarte, ¡je! te quedarías dando vueltas sin encontrarla hasta mañana
Recién en la esquina de la parada, encontraron gente. Caminando hacia allí por cuadras sin tránsito, las luces en la calle y la última claridad del día hacía sombras múltiples bajo sus figuras
.-¿podrías acompañarme el sábado al centro comercial?
-a la tarde, a las 6
-yo paso a buscarte por el hospedaje
-mejor si nos encontramos en la peatonal ¿qué vas a hacer en el centro ?
No tenía t.v. y compraría una » mi tele se rompió y compraré una con comunicador». En sentido contrario, el bus pasó y levantó pasajeros, el otro también paró y más gente bajó y subió. Se había propuesto para este verano seguir su entrenamiento de remo o mantener su rendimiento practicando alguna actividad deportiva ¡hacía un mes que el máximo esfuerzo que había ejercitado era bajar y subir escaleras! Tendría tiempo el sábado para recorrer la tienda de deportes antes de encontrarse con ella.
Esa noche comenzó una lluvia que duraría los días´jueves y viernes. Reunidos bajo techo, los hombres y las mujeres se dedicaban al ocio en un 21
ambiente compartido. La costumbre argentina de historias en primera persona, exageradas o casi mentirosas, dilataban las charlas con relatos que exaltaban las cualidades de cualquiera que hablara maravillando a quienes escuchaban.
-el Niquelio subió de orilla a orilla- soltó desde el hall el empleado del hotel que había visto la información.
-si esta noche para la lluvia, podríamos ir al balneario- Mari y la otra chica, Alides, irían. «¡a preparar la bikini!» Alides salió casi corriendo, Mari fue atrás de ella, escaleras arriba. Sol por la mañana del sábado, todos lo esperaban.
Jazmín entró a su cuarto con la luz apagada, empujó el picaporte y oyó el clic que trababa la puerta. La cortina colgaba cubriendo la batalla de la lluvia en el vidrio de la ventana. Yendo a la cama alcanzó a desprender las hebillas de las sandalias, pestañeó unas diez veces en el trayecto. Los músculos del viernes a la noche se olvidaron del taller Tirada boca abajo, su peso en la cama, extendida su mano izquierda, en la noche tocó los pliegues de la almohada endonde la ilusión devuele el sueño y respira junto a ella.
Caminaba las veredas del centro donde el sol y el calor de la tarde apretaban a los peatones en el paso sombreado por toldos y árboles, iba directamente al comercio bajo el letrero Depotes Aqua En ciudad Atlántica sus sentimientos se habían formado en un diálogo entre ella y el mar que había hecho comprensible el miedo, el riesgo y la audacia.
Afuera del camping en el balneario, no había encontrado actividades como las excursiones anunciadas en Deportes Aqua, una al rápido del río Niquelio y otra a la laguna Dulce . Consultó la oferta, salían los sábados
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«pasá de lunes a viernes, te anotamos, el equipo de canoa chaleco y casco y el traslado son 6 créditos». Ella alzó las paletas del bote, la liviandad del remo puso en sus manos el aplomo que conocía.
La t.v. era una pantalla de 12 pulgadas más el cajoncito del enlace zonal que transportaron a la casa de Muciel, desconectada e incomunicada desde la mudanza. Allá, en las Quintas, la chatura de las casas y las calles cortadas por jardines y potreros le proporcionaron el deseo conjunto del placer del aire libre en la naturaleza como de la protección de un hogar bajo el cielo celeste.
-el otro sábado tendré mi bautismo en el Niquelio
-¡vamos al balneario, bien!
-ehh…iré con un grupo de remeros al rápido
-¿puedo ir?
¿remás?, la miró y evaluó las manos, las muñecas, el cuello, los pechos, la cintura. podía ser que baile o podía ser una gran caminante…
-una vez remé en la laguna
-…es diferente
Muciel dejó la bolsa con la pantalla en el suelo y ella puso al lado el paquete con la conexión zonal. Las dos se soltaron el pelo. El aire fresco adentro de la casa, preparada para días más calurosos, las despegó del centro comercial tornando lo áspero de los objetos recientemente tocados en la ciudad en una espuma que iría evaporándose borroneando un fondo de nombres, calles y costumbres de otros días. Muciel recorrió la distancia a la cocina para traer dos vasos llenos, extendió el brazo para ofrecer uno.
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-manzana verde y pera-apoyaron los vasos, el vaivén agitó el jugo y el hielo sonó en la campana de vidrio. Se miraron en un protagonismo dividido, curioseando con las manos a la otra belleza ¿qué seguía a los ojos celestes, a los ojos marrones, a los rulos rubios y los hombros bronceados, al cabello que cubría el cuello?, acechando con las manos qué hablaba la piel oculta por la ropa. La caída, moldeada desde el cielo, colgó de las nubes los días pasados, los centros comerciales, los horarios, los salarios, los contratos. El diálogo instransmisible de gestos y bailes concilió el instinto despejando inquietudes de la mente de Jazmin y despertó confianza en su suerte.
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¡Me gané la lotería!
Al comienzo del muelle de cemento con badén 6 hombres y 2 mujeres se colocaban los chalecos salvavidas, atendían la explicación de las condiciones del río allá abajo, meténdose en las canoas que bajaban chirriando por el badén.Antes de sacarse la ropa y quedarse en malla, parada en el puente peatonal al que había subido para atisbar desde lo alto el entorno, no descubrió ningún indicio de la ruta del río A su derecha, distaban más de 1,5 km.las calles habitadas de la ciudad, los botes ya habían sido descargados, la corriente de 2 ó 3 nudos seguía por terreno silvestre sin delatar la velocidad de los saltos a 20 km..Los músculos entraban en calor, en media hora la atractiva fauna de las barancas dejaría de llamar su mirada, en media hora querría agarrarse de los rayos del sol si fuera novata,pero ella sabía sujetarse de los remos y afirmar su cola en el asiento. El chapoteo de la canoa sonó debilmente , y más fuerte escuchó el golpe del agua contra las rocas que angostaban el paso, las canoas pasaban una atrás de otra, siguiendo al que guiaba en una corriente de más de 12 nudos que caía torrentosa sustentando a las canoas despedidas en el salto, el primero encontró a Jazmin bien puesta en su lugar, apuntando su curso en el mismo proyectil, evadiendo las rocas salientes negras de vetas plateadas del río Niquelio. Acercándose a la orilla, el guía dejó la canoa y, con el agua hasta las rodilla, hizo señas con el remo a los demás de que el
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itinerario terminaba allí, el río era innavegable más adelante. El lecho de canto rodado ascendía hasta una playa endonde el conductor de la camioneta los esperaba.La canoas estaban tiradas en la playa de arena y canto rodado, los chalecos flotadores y los cascos y los remos, en las manos del chofer que los llevaba al tráiler.El cabello mojado de Jazmin goteaba, la pesadez de sus piernas había pasado, las franjas blancas del chaleco flotador quedaron en su piel enrojecida por el sol. Buscó en el tráiler el bolso y se vistió con su ropa. El guía le gritó al grupo que se recuperaba en la playita «vengan chicos´que acá hay jugo bien fresco», bebiendo de unos vasos gigantes, «¡Vamos,estos tres y yo nos beberemos todo si no suben!»-¿Quién fue el que daba vueltas y vueltas porque quedó atravesado en el salto de paso fino? -¿En el que hay que subir el remo para que entre la canoa?, no pasó nada pero sí, remonté más de una vez porque me atrapó el remolino y no sé quienes venían detrás de mí, pero pasaron adelante y después seguí.El guía continuó hablando, unos se cambiaban con ropa seca y los otros se estiraban y masajeaban a la sombra de los árboles. «el Niquelio nos haa brindado una excursión maravillosa, si el caudal subiera apenas medio metro, arrastraría ramas que podrían cruzarse flotando en la superficie, hemos remado 45 km. desde el muelle, descendimos 20 mts. de salto en salto…»El grupo entero se subió a la camioneta, el conductor había esperado una hora en el término del camino antiguo que actualmente servía de conexión con la ruta. La fuerza de los vencedores era suya, conversaban entre exclamaciones y gritos que la proximidad de la ciudad fue callando. Jazmin agarro los lentes para el sol, que ocultaron la redondez
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muy definida del iris, pasaron el suburbio y en el centro, enfrente a la Casa Aqua, se despidió del grupo .La puerta de vidrio del hotel le pareció muy liviana al empujarla, la escalera, muy corta.-Tenés un mensaje en el comunicador, pasaste como un rayo para tu cuarto…Jazmin había vuelto a la planta baja a preparar su almuerzo atrasado.-…y no miraste que estaba yo hablándote
-entre, te vi, te saludé y subí
– bien, ¿escuchaste lo que dije?
– hay un mensaje en mi casilla. Dejé un plato con milanesas y otro con ensalada, ¿ me los darías ?
– ¿ lo caliento ?-sí, por favor. Los platos quedaron sin una hoja, sin una miga. La tarjeta credencial estaba en su cuarto, fue a buscarla para leer la mensajería. » gracias, me fue muy bien, esperame mañana, después del desyuno estaré ahí», respondió. Se sirvió una taza de café y dejó el mostrador para sentarse y acompañarlo con unas tortitas de fruta que completaron el almuerzo.
Habitualmente, la bicisenda permitía andar por los dos carriles en la misma dirección. Muciel le sugirió a Jazmin que se quitara la remera, así se le emparejaría el color de la piel, se detuvieron y le echó una mirada a las extrañas franjas blancas en su espalda y sus hombros.El balneario estaba preparado para recibir a cientos de personas, con una guardería para bicicletas y un área de una hectárea arbolada con cesped cortado y bancos. Las playas de arena y canto rodado se repetían incontablemente río ariba y
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abajo, en una de esas colgaron los bolsos de la rama de una casuarina y extendieron la manta a su sombra, y bajo el rayo de sol más fuerte se bañaron en la corriente que refrescaba y aliviaba los cuerpos.
-¿ se emparejará ésto ?
Jazmin pasó la mano por su abdómen.
-no sé, ¿ vas a ir de nuevo a remar allí?
Ellas estaban con el agua por la cintura, en la parte más profunda del río, hablaban.
-sí
Muciel acarició su brazo y le hizo notar que tenía más tensos los músculos.
-yo no podría remar allí
-eso era lo que yo te decíaHablaban, la corriente masajeó los músculos tensos de Jazmin.
-Podrías usar una remera debajo del chaleco salvavidas
Abrazadas laxamente, los cuepos frescos en la manta sobre el suelo, descorrían con un diálogo vago la semana que las había separado, una perdió la mirada en las hojas espinosas de la casuarina, y la otra fijó la suya en el cambiante color del corpiño de Jazmin a medida que se secaba.
Muciel revisaba que en su bolso no faltaba el pote de crema, el sol las había corrido de la playa y Jazmin la seguía doblando la manta hacia la cercanía de la guardería para bicicletas endonde podrían beber un café sentadas en un banco.
-¿algo de comida para acompañar el café ?
-Pastelitos de ciruela
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En las quintas devolvieron las bicicletas y caminaron diez cuadras a casa de Muciel.
La puerta del hotel estaba abierta, hacía media hora desde que ella había abierto los pŕpados y había aprovechado uno de los primeros microbuses que la trajo así, vestida apresuradamente con su short, malla y remera, reconoció el olor del café y se despertó a una segunda mañana. Pasó saludando, miró la cama enteramente tendida, revisó la hora, justa para tomar el desayuno como un día común, dos chicos dejaban las mesas y ella apoyaba su bandeja, y luego bajaban Mari y Alides, y eso era lo común desde el lunes hasta el viernes. A la hora del almuerzo, el turno en el comedor Quintino devolvía los sabores, iluminaba las caras que rodeaban las mesas, y les refrescaban las emociones de lo hecho en las horas libres manteniendolas alejadas de la desgastnte producción industrial. El calendario que Marian había dejado en la recepción del taller distribuía las horas extras que cubrirían a Teo, David y Doli.
-todo el taller se va de vacaciones menos yo
-bueno, yo tengo vacaciones, en seis meses
Muciel y Jazmin estaban haciendo una lista para hacer compras el miércoles, último día de la semana sin lluvia.
-…y con todo esto de las vacaciones de mis compañeros tendré que trabajar los próximos 4 sábados…doble fracaso, no hay excursión con una tormenta así. ¿Y adónde irías de vacaciones en invierno?
-¡con todo lo que estuve dedicándome a la mudanza y con lo bien que estoy aquí comparando con el cuartucho en el que viví ¡no sabés cómo estoy
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disfrutando hoy!…iría a la costa del Pacífico argentino, ¿qué beneficio tenés en vez de las vacaciones?
Jazmin se tapó la cara con las dos manos-¡ja, ja!-ruborizada, la escondió, y pegadito al oído, muy bajito, con risitas de las dos, Muciel la escuchó- la suscripción a la lotería argentina- ´intimamente, conocía que la suscripción era el beneficio que hacía juego con su plan, y que los otros chocaban con este- me pareció que otros elegían diferentes…
-vamos, no es tan extraño, lo más lindo es irse de vacaciones, vivir de vacaciones – con estas oraciones dichas al oído en voz muy bajita se perdió en una frase de la oreja al cuello, del cuello a la boca, cambiando la risa a besos, a la vez que quedaron sin la menor idea de qué habían estado hablando.
Varios chaparrones disolvieron las actividades al aire libre, las gotas de agua caían hacía un día entero como una red de la que no podía escaparse., el repiqueteo de las cucharitas revolviendo en las tazas empujaron afuera de la casa la sonoridad de la tormenta. Después de haber conseguido el empleo que en uno o dos años la llevaría al siguiente tramo de su viaje, Muciel a su lado desconflictuaba el sino de las tardes en la reidencia. Ella le daba la comprensión que le ahorraba largos virajes alrededor de dudas que se borraban con los pequeños actos de estas tardes como servirle el café o caminar por el centro, endonde las palabras eran un nexo suave de ella a ella.
No había cielo celeste, todo el cielo estaba tapado por las nubes, tal vez seguiría yo viendo. Muciel se había levantado y todavía no sonaba la
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alarma del despertador, ella también recibía deJazmin confianza en cada abrazo.
El aguacero sonaba fuerte sobre el tinglado del taller, ella cerró la puerta, adentro estaba seco, aún miraba el picaporte mientras guardaba la credencial. En la recepción, las dos que trabajarían el sábado se quedaron con Marian.
-Doli, Jazmin, aquí encontrarán descriptas las tareas por áreas, después del mediodía, el Sr. Conti vendrá para coordinar el esquema de turnos extra de la próxima semana.
El almuerzo con Doli en el comedor Quintino, elevando del carro con bandejas que empujaba el mesero les alcanzóun vapor aromático, transformaba la mecánica en ellas, devolviéndoles maneras más humanas.
-…el problema con el niño es que alborota en casa, que es donde yo estudio…
-¿te queda mucho por cursar?
-…si fuera a pasarla a casa de otro o a un club, sería la solución, porque él no va a cambiar esta conducta. Pero para estudiar en este curso necesito estar en casa, con el comunicador y otros programas. Con esta incomodidad, si lo termino en un año estaré satisfecha
En el taller Hugo Conti las esperaba para agendar los horarios y actividades de los días lunes, martes y miércoles.
-Jazmin o Doli, ¿ Quién descarga motor con bomba inyectora para reparación el lunes ?-
-Yo descargo
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-La descarga se haría entre las 15.30 hs. y las 16.30 hs., a las 18´30 hs. todo listo , se retirn David y vos. Bien, Jazmin, te toca desarmar lo que resulte de la revisación del martes a la mañana, quiere decir que a las 15.30 hs. retomás desarmando hasta las 18.30 hs.
-Entendido
-Y Marian organizará las horas extra del miércoles.
Ellas volvieron a sus sectores, con cascos y guantes y delantales, y Hugo Conti cerró la agenda y se fue. Jazmin ocupó, sin pensar demasiado, los turnos de la agenda las 2 semanas que siguieron, con la zanahoria del pago de las horas extras. El trabajo intermediaba en esta parada en ciudad Gobernador Aldo García, era un aporte económico que facilitaba el ahorro que pagaría pasajes y máś gastos afuera del país hasta conseguir otro empleo, como había hecho acá en la ciudad más industrial de Argentina. La impalpable insastifacción que era estar a medias, entre cerca y lejos de la acción del mar se adaptaba suavemente , Muciel y ella paseaban por las veredas céntricas, partiendo la rutina y conjugando el truco de entenderse antes de hablar. Pasajera en esta ciudad como en la siguiente, a la deriva en la tarde simple, el paseo desembocó en el muelle municipal. Muciel miraba el nivel alto del río Niquelio, Jazmin le daba la espalda al río, la corriente llevaba cualquier tipo de vegetación flotando.
Las dos se pusieron en marcha ditanciándose cada vez más del otro mundo que limitaba con la ciudad, envueltas en el entorno urbano endonde
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disminuía el salvajismo natural.
La sobrecarga del taller escaló día a día, se deslizó como un peso asentado en las flexiones del cuerpo. El día en el balneario, el cansancio llegó a su cumbre, entonces, Jazmin, recibió el premio de los masajes, y el domingo, el desayuno en la cama.
Doli la saludó cuando salía del vestuario, salía cantando y como bailando agarrada a las tiras del delantal que pasaban por el cuello. En su habitación dejó pasar la tarde hasta que la claridad que entraba por la ventana comenzó a mermar y a confundir los bordes de los objetos en un fondo de sombras borrosas. En el muelle, el sábado, unos niños charlaban y jugaban a la orilla del río, entre esos juegos estaban en un barco y ellos eran los tripulantes, desde las frases con las que simulaban ser navegantes, una reminiscencia de la clases de náutica cuando ella era niña captó su atención y volvía a su mente lo aprendido en el club, las prácticas y aquello que había vertido en ella la audacia para enfrentarse al mar y, sin hacer preguntas, encontrar el porqué su mente se partía en dos cuando estaba en casa o en la escuela y cómo era una al estar navegando, era lo que cubría y justificaba la salida de una cómoda carrera universitaria con todo pago en casa. Jazmin erró al esperar encontrar un mensaje de Muciel en la pantalla, entonces le escribió ella y le contestó » pensé en vos y supuse que descansarías a la tarde». Y porque el martes Muciel iría a cortarse el pelo, y porque ella trabajaría fuera de hora, se entendieron para hablarse otro día.
Doli salió con Ricki de viaje, Teo estaba trabajando en el taller. Ella, David y 34
él se repartirían su labor.
-mañana nos entregan 2 motores eléctricos, se revisan las paletas del rotor, se desarman, se limpian…cualquier pieza que no fuione la anotan para que yo la pida- Marian organizaba al grupo de
-yo el miércoles hasta 18.30 hs, bueno
-bueno, ya dije eso, ¿qué más hay?
David le explicó que tenía que mudar algunas herramientas del área de Doli.
-anotá qué herramientas y dejame la lista a mí
La recepción del taller suministró el aliento humano previo a sumergirse en sus labores, mientras Jazmin revisaba la medida de la solución de un lubricante consultó con Marian por el resumen del salario.
-bien, a la tarde veré cuánto tienen de créditos y cuándo se cargarán.
Saludó al vendedor, el fondo de canoas y tablas deslizadoras estaba como hacía un mes, el chico de remera amarilla y bermudas negras se adelantó dejando atrás unas bolsas en las que revolvía buscando algún talle de algún artículo solicitado por una clienta que lo esperaba sentada, acompañada de un niño que rondaba por el salón investigando y curioseando. El vendedor se adelantó por el salón hacia ella y la saludó,
_si venís por el rápido para el sábado, ahhí está mi compañero, él…
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_…para eso vengo
-el te anota- su cara señalaba en dirección al compañero que estaba bajando el toldo ante el fuerte chaparrón que, de golpe, se había soltado. Luego de reservar lo del sábado, aguardó sentada a que el chaparrón pasara, intercambiando con los chicos de allí los datos del pronóstico.
-Seguro que el sábado salen, los chaparrones son hasta la madrugada.
-Sí, ahí nomás se despejará hasta el domingo a la tarde.
Dejó el asiento cuando una lluvia ligera le permitió caminar sin empaparse unas 6 cuadras hasta la municipalidad, allí también aguardó pero, esta vez, a que le tocara su turno después de dos personas que un solo empleado aún debía atender. Cuando el último de ellos se retiró, Jazmin se acercó al mostrador, el hombre le preguntó amablemente si había venido por la conversión de créditos porque la conoció y recordaba de la vez anterior, y le pidió la tarjeta y le hizo completar el cupón con la cantidad de créditos y qué cambio quería asignarles.
-¿Quiere que consulte si su código de la lotería salió premiado?, el sorteo fue el último lunes
– Sí, por favor
-Srta. Hassey su código es el ganador del primer premio de la lotería Nacional Argentina de verano.
El hombre le hablaba con la seriedad que le impedía creer que era un
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chiste, o reirse exclamando alguna tontería
-Debe ser un premio importante, no estoy enterada de qué se trata.
El le acercó la propaganda de la lotería Nacional Argentina.
-Gracias, ¿puedo llevarlo?
-Claro, tengo otros para entregar, la felicito…
-gracias
-la felicito, y venga a esta oficina endonde la confirmarán como la ganadora para que perciba el premio que publica la propaganda, el código caduca en 10 días…
-¡bien!, mañana estaré aquí a la tarde, a las 5 de la tarde{
Muciel se encontró a Jazmin en el antepatio, con la capucha del piloto echada hacia atrás, con esa sonrisa que solo le daba a ella. El pasto mojado que cubría la tierra blanda por las lluvias quedaba separado del piso de la casa por dos escalones, ella los subió y, bajo el alero, Jazmin dio la vuelta detrás de ella y le quitó el bolso del hombro y el piloto, «no vas a poder creerlo», con las llaves que sacó del bolso abrió la puerta y pasó a enterarse.
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Un Mundo Redondo
Rescindieron lo contratos del laburo y del alquiler, en un mes que les sirvió para organizar la salida de la ciudad. Jazmin realizó en el río Niquelio, el sábado, el rezo bajo el cielo abierto. Abandonaron la ciudad Gob. Aldo García en una camioneta Terri de utilidad para 20 años, las esperaba otro vehículo out-road más equipo agropecuario para cultivo de frutas en la finca a 1.800 km. al sudoeste. Manatí, el pueblo más cercano a la finca, transmitió al parlante.visor de la consola de la camioneta su mensaje de proximidad y dejaron la ruta por el acceso que la información de la grilla les marcó., cruzando el pueblo por la calle recta por entre las casas que continuaba cincuenta kilómetros más por el mejorado de ripio.
-Productora Frutihortícola Finca Grande
-Parece que estamos en casa…
Una estructura de caños blancos servía como mojón y exhibía el letrero, tenía en la parte más alta un farol y su panel de alimentación solar.
-…esa es la casa del encargado.
El hombre salió del galpón de doble altura por un portón que dejó abierto y caminó desde allí hasta su casa endonde había parado la camioneta.
Las dos bajaron, satisfechas de las condiciones a pesar de lo alejado del sitio respecto de sus hábitos de chicas de ciudad. El hombre recibió a la
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propietaria.
-Hola, soy Darel. ¿ Es usted Jazmin Hassei ?-él sonrió al escuchar la afirmación-ya vamos patra su casa-y subió a la camioneta-¡vamos!, queda a 1 km.
Habían terminado la construcción hacía un año, cerrada desde entonces,Jazmin presentó su credencial en el visor y la misma casa las guió para que la conocieran, describiendo el uso de diferentes equipos en cada habitación.
-Si quiere que descargue su equipaje tendrá que abrir la puerta lateral de la camioneta- las valijas quedaron en el piso y dos bolsas con mercadería, en la mesa.
Las indicaciones claras de la voz electrónica de la casa las ocupó durante un rato, luego Muciel volvió al comedor para dejar junto a las bolsas su cartera.
-¿Quiere que guarde la camioneta en el garage?
.-Sí, ¿El garage es el edificio con portón a la entrada de la finca?
-Sí, busque en el comunicador el contacto Darel Finca Grande para pedírmela, o alguna otra cosa que quieran ver de la propiedad o de las instalaciones.
-Bueno, muchas gracias
-No hay de qué
Dejaron que la noche cayera para planificar qué harían el día siguiente y, aunque ya lo habían hablado, por la mañana Jazmin despertó sin poder darse cuenta endonde estaba. Con los músculos de la espalda tensos, volteó estirando las piernas, abriendo los ojos encontró la respuesta de Muciel, «Estamos en casa», quien le confirmó que ya estaban en casa y que hoy no saldrían a la ruta.
La casa era algo hermética, tenía sus aberturas vidriadas y selladas y el único acceso era la puerta que cerraba sola como medio de protección de insectos y animales. Ellas vivieron allí el tiempo que quisieron. Muciel
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cursaba una carrera afin con la producción demezcla frutales en jarra con capacitación de grados intermedios y desarrolló la estructura para el procesamiento de materia prima confome a lo autorizado en el campo alimenticio, y consiguió que la marca Fervecence pusiera en el mercado sus variedades de mezclas frutales con éxito. En cambio, Jazmin, realizó un rápido aprendizaje de costos y financiaciones que, al cabo de un año, rindió en una curva positiva de ganancia, dedicándose al mercado frutícola en vez de rentar la finca como había sido su idea inicial, igualmente abandonaría su residencial casa en las cercanía del pueblo Manatí controlando la administración a distancia en cualquier ciudad que ella estuviera.
Se separaron. Desde el costado de su cadera hasta los brazos de Jazmin, las manos de Muciel imprimieron en el aire el sabor que se apoyaba en los paisajes que miraron juntas. Una se llevó su mochila a la costa del Pacífico en Norteamérica y la otra fue para la costa de Brasil endonde comercializaba mejor la variedad de mezclas frutales, regresando ocasionalmente a la Argentina debido a la demanda de los frutos tropicales producidos y cosechados en la Finca Grande.
Jazmin arribó a la ciudad norteamericana en temporada turística, y habitó un departamento cercano al centro, el bullicio de las calles a cualquier hora dio lugar al eco de las pisadas entre las viviendas desocupadas y la cortinas cerradas de lo comercios, y llegado ese momento cuando la ciudad se sentía como un desierto de cemento, cargó su canoa, sus dos delizadores, su mochila y todo aquello que había suyo en el departamento y se mudó al barrio Coast & Beach, allí la rodeaba la naturaleza y pocos vecinos , la ciudad había quedado atrás de los bosques de casuarinas .
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Otoño, la taza de café había llenado la mesa por la mañana, apoyada por horas entre el desorden de paquetes y frascos, y sin alteraciones al regreso de cada rodeo que daba Jazmin. El cambio sucedía en ella, más erguida, bañada en los rayos del sol, rebasada por el agua del mar, su andar transfundía la corriente que había descubierto, repitiendo lo que el oleaje le había enseñado. Posiblemente, la lotería había sido lo que trocó el desgaste de las horas pesadas del laburo en días distendidos, otorgándole la holgura para hacer lo suyo. Definida a la salida del agua, los juegos en el mar probaban sus sentidos. Hoy su mundo estaba en marcha. recién conocidos, los viajeros que paraban en Coast & Beach vertían al charlar sus experiencias. Escuchándolos, dejó a un lado la cartografía y las fronteras. El proceso del viajero que planifica el próximo destino daba forma al interés por lo que otros chicos relataban. Los gestos con los que expresaban la velocidad adentro del tubo en Hartei, Australia o la voz del hombre que había superado la distancia, que sonaba más alegre hablando de la divertida costa sur europea o más profunda si hablaba del azul profundo del mar en la orilla de las montañas en Henao, Japón, fueron los detalles que seguirían orientándola. Remontó la espuma turbulenta que se deshacía en cosquillas blancas, haciendo a un lado la salida para Hawaii en este invierno. Ajustó su salida para el sur de Europa en seis meses más, una paleta empujaba en el agua salada y la otra volaba en el aire bajo el cielo celeste, segura, se deslizó hasta la orilla y haciendo pie al lado de la canoa que arrastró subiendo hasta la arena seca, con la espalda hacia el mar, una luz interior dividió su atención e iluminó la imágen de Muciel en el
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recuerdo.
-Me pasó al verte, sentir algo que no conocía…-Muciel le había hablado y captó su atención, Jazmin la interrumpió.
-¿Te das cuenta de la suerte que nos tocó? Nos vimos y tu figura desvió el curso estrecho en que me movía y muchas veces cambió mi mirada por lo que veían tus ojos.
-…vos transformaste la sombra de mi falta de decisión en un certero futuro- Muciel le había hablado así muchas veces y, en cada una de esas, ella le respondió en agradecimento a su dulzura.
Cargó a cuestas la canoa hasta la guardería, el único techo a la vista que, sin paredes, dejaba ver a dos hombres que prepraban sus deslizadores .
-¡Hola Jazmin! Venite con nosotros.
-¡Recién salgo!
-Allá vienen los chicos…¡venite con nosotros mañana!
-mañana a esta hora vendré con ustedes ¡chau!
-bueno, tomorrow, at this time ¡chau!
Mirando desde la playa, 4 personas parecían andar a campo traviesa, pero los postes de los faroles señalaban la línea de una vereda, al apoximarse, reconocieron quién iba marchando, «¿Qué tal, Jazmin? ¿ya salís del agua, justo cuando nosotros vamos?»
-Ahí le dije a Filo para encontrarnos mañana ¿andarán por aquí?
Vini, quién la saludó, le aseguró que el vendría, y Lina, que no quería perderse un día de los que le quedaban para volver a Alemania, vendría también.
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El pastizal alrededor de la vereda había alcanzado su altura máxima en el verano tapando hasta las rodillas, había pasado de verde a amarillo sigilosamente. No veía a ninguna otra persona a lo largo de la vereda frente a ella.
Las casas de Coast & Beach distaban doscientos metros de la costa y ocupaban unas cuatro cuadras hasta el bosque. Los bosques, una marca verde que acompañaba por la ruta hata la ciudad. El trámite de permanencia en el país habilitaba la gestión de sus créditos para el extranjero, se sumó al pool de compras que la invitó a la ciudad, se bajó de la camioneta en la avenida del centro, y dobló a la derecha por la calle peatonal, en esa intersección pasaban y la buscaban para regresar a Coast & Beach. Enero y febrero cedieron a la opción nueva que Jazmin había encarado, guardó en su anotador lo que más adelante le serviría para viajar Hawaii, aprestándose por sí misma para lo que un presentimiento le había permitido entrever, concretaba las chances para entrar al mar con el agua más templada y el viento más frío del invierno que pusieron escalofríos en su piel y conoció, al aflojar la músculatura, que en su mismo tacto se componía un encanto femenino más.
Acondicionados por el curso de las horas sin trabajo, en la rotonda enfrente al almacén, Vini y su novia norteamericana Laura, Filo y Jazmin elogiaban el cielo depejado. el viento era una brisa y apenas media hora más tarde se rencontraron en la guardería. Un deslizador blanco, uno azul, uno naranja y uno amarillo salieron de 43
debajo del techo sin paredes, allí dejó colgada su ropa y apoyada su mochila y enfrentó en la transparencia del aire la visión de su deseo. Los levantaban las ondas, balanceaban las piernas en el agua, perseguían la cresta, atrapados en la velocidad de la rompiente surgían de la superficie poniéndose de pie.
-Winterrrr!-Filo remontaba desde la ola que había corrido
La elección íntima de Jazmin dominó lo que prefiguraba comprando el pasaje aereo hasta otro continente. La compañía también le ofreció fletes para su canoa y sus deslizadores, cruzaría el océano Atlántico con destino a Trinin, Italia. Descendió en Italia, se separó de la muchedumbre en el hall del aeropuerto y tomó el bus para la costa a Trinin. La costa sur de este continente desesquematizó lo que ella sabía acerca de viajes entre ciudades. Las horas arriba de su camioneta Terri andando por llanuras, cerros, los bosques alejados que llenaban un territorio inhabitado entre las ciudades en Argentina, encuadraban en itinerarios que comenzaban en un día de playa de Trinin y terminaban de noche en otra ciudad.
Los acantilados del este frenteaban 100 km. de costa, tenían más de 20mt. de altura, una franja horizontal de yeso blanco que parecía un zócalo y una franja de vegetación que en verano florecía. El refugio en una de sus playas era mantenido por los mismos aventureros que excursionaban hasta aquí. Puri y Jazmin, habían salido de Trinin, y de Sirelli, otros dos, Albo y Gaba. Metidos en sus canoas empuñaron 44
los remos, en el muelle habían abrochado los chalecos de flotación y acomodado en las mochilas contenedores con agua potable y tubos de gas butano, el refugio los albergaría dos o tres días. Albo entró al refugio y pisó el suelo alisado, la arena se amontonaba enlos rincones.
-Bien, entremos las provisiones. La vez anterior que vine ¡solo! me quedé una semana entera.
-¿Qué? ¿Te habían echado de Sirelli?
-Sí, me echaron, me dijeron todos en Sirelli «¡Andá a tomar fresco!»-al costado del semiarco sonrió a sus compañeras, Puri pasó adelante con todo lo que podía cargar, Gaba y Jazmin dejaron lo que llevaban y bajaron la pendiente que las separaba de la orilla del mar, miraban adonde el acantilado cortaba la playa, Jazmin indagaba acerca de los siguientes 70 km. de costa.
-Hay más playas hacia el este, pero estamos al extremo de la costa navegable, hay un sistema de cuevas subacuáticas, la universidad que costruyó este refugio desarrolló sus invetigaciones y luego lo abandonó.
-Ah, y tampoco hay rutas o bajadas a esas playas.
El toc-toc de unos palos alertó a sus oídos distraídos en la conversación, Puri estaba arrojando a la arena los soportes para un toldo, Ella giró su torso despegándose del fondo celeste del mar y la ayudó en el armado de la tienda.
La benevolencia del clima duró tres días y dos noches, en la tercer
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noche un viento frío del norte trajo nubes bajas, chaparrones y descargas eléctricas. Por la mañana la neblina fresca cubría el cielo mientras remaban para Sirelli, el muelle se ocultaba intermitentemente para los ojos de ellos 4, vieron la ciudad de Sirelli al borde de la serranía, la corriente del cabo del Este los acercó hasta la orilla. Parada en el muelle, Gaba desprendió su mochila y sacó una carterita con el control del arranque de la camioneta estacionada en la calle llena de charcos y sin gente, los otros cargaron equipos y canoas y subieron al vehículo. Por la tarde, Jazmin, se relajó del esfuerzo, los perfumes de la ducha tibia le devolvieron flexibilidad a sus músculos, acostada entre almohadones acomodados en la cama, miró de esas revistas que traía en su equipaje cómo había soñado allá en Argentina con los acantilados y con las olas del Pacífico de América del Norte, y las senaciones que produjeron en ella estos parajes que habían tocado el reflejo de sus sueños. Ella se levantó y se cambió de ropa, en la vereda se agitó la refracción del alumbrado en el aire saturado de humedad cuando ella se puso el saco andando. El martes había encontrado a Poli en el mercado mientras ella hacía compras para la excursión el descarbada mercadería de su camión. «el sábado festejamos con socios, si estás en Trinin a la vuelta de la regata, en la calle que vive Dorita…», así se topó con la calle Fessi, y dobló a la izquierda, y en dos cuadras más volvió a doblar y contó hasta la cuarta casa que se distinguía porque tenía iluminadas todas las habitaciones. Los dueños de casa, los socios que venían de otras 46
ciudades y conocidos de Trinin charlaban trivialmenta en diálogos muy llenos de buen sentido del humor. «¿Te vas o te quedás a vivir en Trinin?» Fue la pregunta en común que mantenía a Jazmín hablando entre las voces de fondo que se confundían con la niebla que cerraba la casa, estaba agotada, sus ojos fulguraban mientras mantenía, risueña, la charla. Todo esto se despejaría por la mañana, y planearía la trayectoria por la costa al extremo oeste, si bien apuntaba a un blanco fácil de acertar porque las ciudades se sucedían en la misma ruta, le costó afinar la puntería mientras se despedía de sus amigos, y armar su mochila aún con el servicio de rentacasa registrado. Salió para Rubin a 300 kilómetros en bus. Otra vez en casa, desocuṕó su mochila y sonrió a la ciudad desconocida al viento y al mar sin fronteras. Dos islitas cercanas al continente eran la punta de una cadena montañosa que se adentraba en el mar emergiendo como decenas de islas inhabitadas. La actividad de Jazmin comenzaba con el trabajo, dejando un calendario de anotaciones que cubría una agenda que atendería semanalmente. Por el ventanal en el primer piso de su departamento a 200 metros de la costa, las dos islas cosnpiraban como torres inigualables contra los edificios más altos. Adentro de la habitación, repasando los movimientos de la cuenta de la finca, Jazmin notó la ausencia de créditos para diferentes pagos en Argentina, y que los había pasado para créditos en el extranjero. Errores irrepetibles que en una sucesión de días en medio de noches que Jazmin, incansable, había surcado, habían levantado un desorden que la rutina de la
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administración remota atendida una vez por semana detuvo. La tendencia de la costa sur de Europa la atrapaba, sacudía de un pestañeo el enfoque de sus ojos.Jazmin abarcaba, con convicción y sujeta a su afán, los sitios que escapaban al dominio urbano, abriendo en el mar el acceso a paisajes que esperaban el esfuerzo de sus brazos remando.
Salió de Rubin a bordo del bus, por las afueras de la ciudad, en tránsito, abandonaba otra temporada. El calor sucesivo de las cuatro estaciones la alineó, infrenable, y en Pascino y en Isccia montaba su hogar de meses. Como en cada ciudad y dirección que el servicio para turistas rentacasa la registraba, se presentaría en su departamento ingresando la clave para alojarse, sorteando los riesgos de la naturaleza en la costa salvaje bajo el cielo con compañeros que venían de viaje o que eran de allí, vinculándose con ellos en las escalas que recorría, iría hasta España. Al amparo de su mochila, en el hall del aeropuerto de la capital, Jazmin caminó en diagonal al mostrador de Aeronaves Eurasiática.
-Buenas trdes señorita, apoye su credencial en el lector.
Jazmin apoyó su credencial en el acrílico del mostrador. La trenza floja de rulos rubios se acomodó en su espalda al descolgarse la mochila de los hombtros. Levantó la credencial .
-La recepción de embarque está al final de los mostradores, buenas tardes
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-buenas tardes- Jazmin guardaba su credencial, la sonrisa atenta del empleado se corrió hacia el siguiente pasajero de la fila. Ella, afirmaada en la concresión de sus deseos, salía de la recepción y caminaba por la pasarela vallada, subió a la aeronave, volaría durante 5 horas a Israel.
Llegó a la ciudad de Arehea el lunes a la noche y en una semana activó el comando bancario remoto. Como previa al torneo de salto de altura sobre el mar, paseó por la ciudad mediterránea interpretando con sus sentidos las costumbres sedentaas que habían erigido costrucciones de pocos pisos a la par del río Mene. El registro de su estadía en Israel era atendido en el banco y demoras en las comunicaciones entre América del Sur y Asia impacientaban a Jazmin que estaba obligada a retrotraer su ansiedad acostombrada a la Costa Sur de Europa.
El torneo de Gandorela fue visto desde niña por Jazmin en la televisión, ella miraba impresionada la zandullida de los magos, y juzgaba, estremecida, la altura del acantilado granítico, el salto de 2 segundos y la desaparición bajo el agua. La ciudad de Gandorela se le presentó desde el declive en la pendiente en una de muchas lomas muy elevadas por las que pasaba la ruta, y estaba pegada a la costa y era tapada por los acantilados e invisible desde el mar. La semana de competencia de salto Jazmin tenía su equipo de canoa y deslizadores en el patio de su departamento. Los festejos que reunían a gandorelenses y turistas, acompañaban la competencia con conversaciones, un chico y una chica tailandeses explicaban
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gesticulando al máximo porqué tanto público venía como ellos «porque estamos muy cerca y la telecomunicación es mala, no hay torneo por televisión», y ella entendió que algunas zonas de Tailandia no tenían red de telecomunicación internacional, barrera que no había tenido en cuenta cuando hablaban en Norteamérica con Filo del itinerario por Asia hasta Japón.
Los hoteles y los bares que se habían alborotado con el paso del público celebrando, decantaban el aire quieto por largas horas. Jazmin llegaba caminando al bar que estaba abierto de noche. Las casas cerradas como ostras, formaban un laberinto de ángulos rectos, de cubos que proyectaban luz. La noche y la ciudad tapaban la imágen de la tarde y del cielo nublado, gris parejo y su reflejo en la superficie llana del mar. Hinu le motró su mano derecha con un vendaje, Phrek, sentado con ella en el mismo sillón, repitió la advertencia del instructor.
-«todo lo que puede pasar es doblarse un dedo de la mano o la muñeca»
Ellos tres e Ina que no estaba ahora en el bar, habían hecho prácticas de salto juntos. «…parte del instinto nos protege, como abrir mucho los ojos al saltar o el parpadeo veloz al sumergirnos, y las prácticas corregirán los movimientos adversos en el salto, como flexionar las piernas o los brazos…». Una práctica más y estaría lista para saltar de los treinta metros, entonces se sumergió haciendo la vertical hasta que la profundidad la elevó entre burbujas para mirar al cielo y no pensar más.
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El pueblo de Anser y el de Parea, que estaban por la costa hacia el sur, y la ciudad de Angafela, construída desde las sierras hacia el mar, le entregaron la intangible respuesta de la satisfacción que guiaba a Jazmin para concretar su ilusión y su deseo. El mar abierto del océano Indico arrulló la incertidumbre antes que la hiciera dudar. Las sociedades heterogéneas proponían la adaptación en el viaje, pero en el agua los juegos y su placer eran iguales en Norteamérica y en Israel. Los días en la playa eran como una plataforma recorrida por Jazmin desde Gandorela y hasta Angofela, que limitaban con las noches frágiles y tímidas en las cuales las reuniones eran el abrigo de los extranjeros que visitaban Israel . Ahí se juntó con Ina, la chica noruega que conocía de Gandorela, y con Ian, que querían salir de Israel hacia Tailandia a fin de marzo. Jazmin contrató un contador legal en Argetina y se tomó vacaciones de la administración de la finca. Compartieron el vehículo hasta la frontera con China, una camioneta marca Ayi con dos años de utilidad que compraron para trasladarse con sus equipos de deslizadores y canoas , enterados de las dificultades en el servicio de transporte. Dueños de una camioneta de 4 butacas y capacidad de carga, cerraron sus departamentos en Angofela. Iban para Dao Woh, los tres ocupantes repasaban los parajes.
-Es una bahía de aguas mansas, tendrán que prestarme una canoa…
Ina llevaba solo un deslizador.
-No te preocupes, Ina, 50 km. después de Dao Woh,en Kall, vuelven las olas al mar…
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-Totalmente, ¡olas de 2 metros, rompiendo a 100 metros de la orilla!…
-¡quiero ir ahí! ¡Deben ser muy rápidas!
-…y dicen que la espuma de la rompiente se pierde en la onda acercándose en la orilla
-Muy bueno…
-Eso escuché, allá en Coast & Beach
Jazmin calculó que sus vacaciones se extenderían hasta setiembre. En octubre retomó sus responsabilidades, sola y de a pie. Las vacaciones habían terminado para los tres, Ina y Ian se alejaban de la costa hacia el aeropuerto viajando de regreso a sus paises y ella puso nuevamente en un flete su equipo y se subió al bus que cruzaba la división fronteriza y que recorría la ruta del Gran Golfo Chino. La ruta mostraba el arco de casuarinas rodeando el mar, hasta la parte que se recortaba en la costa tapada por las construcciones de la ciudad de Pin-Lin que ,’diferente a los parajes con albergue para viajeros en los pueblos agropecuarios tailandeses, era turistica. Desde la capital de China y de ottras ciudades al norte del país, la ruta se llenaba de buses se repartían en la bifurcación costera dirigiéndose a Pin-Lin hacia el oeste, y Cean o Ti-Wai para el este.
Jazmin pasó el otoño y el invierno en Pin-Lin y, agotados los créditos de la venta de la camioneta viajó para Cean, endonde el deshielo en primavera bajaba de los cerros Tullen encausado y veloz al golfo, derretido en el norte y frío hasta el mar, fluía sin freno ni descanso como en el otro golfo bajaba por los ríos la lluvia de verano, pero la 52
naturaleza salvaje allá desnudaba los peligros y las canoas en el rápido y Jazmin en su canoa roja no arriesgaba lo mismo que acá en China con el filtro de la excursión y el guía. El despiste del que fue alertada en Israel y que la dejó sin créditos suficientes para el pasaje de avión que habría podido comprar a Australia o a Hawaii, la enfrentó a la posibilidad única de pasar el verano junto a miles de turistas. Cean era un encadenamiento de barrios costeros, divididos de las playas por parques públicos.
La pared del patio de la recepción del edificio se cubrió con deslizadores, Jazmin bajaba a la playa cruzando el parque, Jazmin se erguía y se balanceaba apoyada en su deslizador sobre el agua, la franja de casuarinas se agrandaba, el suelo bajo del agua se elevaba y la ola ganaba velocidad, relajó su postura y se dejó caer en la espuma más débil. Inicialmente tenía decidido cruzar el océano, pero ahora le daba la espalda a la pared endode había dejado la tabla y subía por el ascensor al piso 5. Las vacaciones laborales habían extendido sobre su plan una razón que la soltaba de dudas pendientes, una intervención que se presentó en su departamento como la oportunidad de ver el torneo de tenis de E.E.U.U. por transmisión de t.v. a tres horas del juego real. La administración fijaba un período de 1 año sin ingreso de crédito. Retenida en el continente, rondaba la playa, el rafting en el río era actualmente, una excursión que desembocaba en una ría mansa, las conversaciones dispersas con los veraneantes pocas veces cruzaban el límite de preguntas como «¿por qué veraneás en Cean?» y «¿de
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qué país venís?». Acostada,Jazmin entreabrió los párpados, levantó su pecho con una fuerte inhalación, llevó una mano a lo alto como agarrando la luz del día y, con la otra, empujó la sábana destapándose. La lógica imperante de los días llanos se esparcía adelante de su mirada en ataduras sobre el pote de crema emulsionante y la ropa resistente al agua . Jazmin aceptaba lo cotidiano en esta ciudad turística. Vivía adentro de un cerco, Cean turismo anunciaba la guía de paseos en el comunicador, y eso clausuraba los mimos en China para ella.
Las horas del día en Argentina acoplaron con las noches chinas. La producción de la finca entregada en el plazo dispuesto y los vencimientos cobrados impulsaron el preparativo del viaje.
En todos los lugares que había habitado, ella y el mar componían los paisajes que abrazaba en su interior, que ahora la respaldaban cuando preparaba su mochila cotemplándolos en la memoria como algo que le hacía falta. El cerco se extendía transformandose en el pasaje de bus combinado con esquife a Japón, y se borró de su alrededor cuando marcó la clave de ingreso ensu hogar en Shizotsu. Descolgó de su hombro el bolso de mano y el estuche con el comunicador, rotó media vuelta y sobre la misma mesa también dejó su mochila.
El panorama mejoró para Jazmin. Integrando enla charla con otros pasajeros lo ya escuchado sobre Japón, arribó al muelle de la ciudad de Shizotsu y tomó el bus al hotel con el permiso del registro de turistas en la credencial.
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Una cocina separada de las habitaciones servía para todos los pasajeros, después de la cocina, una trotadora dejaba a un lado la oficina y bajaba a la orilla del mar. El día empezaba en la playa, cualquiera iniciaba la actividad que la marea y el viento permitían y encabezaba el grupo que lo mismo salía de regata o corría olas. Charlando con ellos, Jazmin, levantaba de la pesadumbre del año pasado. Y más reforzó su buen ánimo la costa japonesa del Pacífico.
Jazmin avanzaba remando con la expedición al refugio del hotel Nautico de Henao. El guía, Jei, y 10 canoístas remaron a una media de 10 nudos durante tres horas. La cabina del guadacostas y una tienda para toda la expedición distinguían a esta isla de las otras inhabitadas en el área. Ella agarró toallas del estante y se quitó los lentes para el sol y los colgó del perchero, salió de la ducha cambiada con una remera y un pantalón celestes.
La luz eléctrica enfocaba la mesa en el patio, por 6 noches se juntaron allí y atendieron a los planteos de Jei que derivarían en la salida de cada día. Jazmin apoyaba la taza de café mientras distintas opiniones de qué hacer dividieron a los que iban a la playa Estrellas y Ostras y quienes buceaban. La claridad total del cielo levantó la voz de la fauna, ella arremolinó el aire con su brazo derecho tateando la luz que entraba por el toldo, tocó la textura de la manta, destapó el torso, relajada de cualquier exgencia.
Jazmin se calzó los lentes para el sol que llevaba colgando del cuello, la costa daba una vuelta y los dejó a ella, Millen y Allei caminando para el campamento en dirección al oeste, habían vencido las
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dificutades antepuestas para pasar una jornada de playa. La visera de la gorra tapaba la mayor parte de su cara, se descubrió en el refugio. Los extranjeros conocidos en Shizotsu, Fuji y en Henao que confluían en esta expedición hasta las islas, intercalaron días de trekking, snorkel y buceo. Ella progresaba en su viaje, su perfil encajaba en la costa de Japón y articulaba en esa naturaleza la confianza del medio dominado por su destreza. Ella encolumnaba sobre estos logros los sentimientos que lanzaba en el diálogo con los demás y que caían sin contestación, y solo Akiko, en Henao, le había respondido y la había elevado. Jei, el guía, les daba indicaciones al grupo, navegaban para Henao. Ella estiraba los brazos adelante y atrás salpicando con la punta del remo el agua que brillaba fugazmente en el aire.
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