A través del perfume

A través del perfume, con copia de sonrisa (porque no era a quien  ella esperaba) desenfundó presencia y le anuló el bosquejo que tenía dibujado al elegir la ropa.

Por llegar a tiempo otro se encontró con la conversación lubricada ¿quién sabe de cuál de los dos es la parada?

A pesar de la cabala, la costumbre de tardarse un poco más no rindió, y en 1,2 el otro le tragó la sonrisa

la chica

las ganas

En una vuelta de pueblo,  la noche situó a una sorprendida un vivo y un dormido. La ilusión en un embudo,:  ella entra al boliche. Porque el miércoles compró esas medias esta noche las lleva puestas: las piernas más lindas. Desde que dejó su departamento, no volvió a mirarse en el espejo, normal se acerca a la mesa con conocidos, se arrima al gesto común de saludar y  esperar a que le hagan un lugar. Ella habla recorre las caras, continua  sentada el gesto de las manos, dice «y pasé por el bar de la costa y no había ni el loro»

En el bullicio hay risas que sobresalen, ramilletes a tiempo que levantan y sostienen la pared. Afuera las hojas secas rascan las veredas y es todo lo que se mueve. Y un hombre caminando hacia el bar, se acerca, entra saluda a uno, a dos, no les cuenta que anda sólo hoy, que el otro fin de semana fue un shock y aún no sabe qué hizo ni con quienes, que hoy sólo busca una pista donde tocar tierra. Se lo nota prolijo, se sienta en un banco alto.

El está en la primera vuelta,,  en la mesa,con otros piden de a poco. Sube el vaso clava recta la mirada,  atrás del sorbo se asoma un fondo con mujer sola que saluda junto a la mesa, sabe su nombre. El larga el ritual, una cuadrilla de tres cuartos de hora,: posa perfil, callado, deja que otros hablen, presta atención – pero solo  está proyectando terminar el trago o pedir el siguiente. Rasgos nobles, posa.  El rito le dará, en media hora, la simpática dulce voz del corte de pelo de ayer más el cuello y los hombros del gimnasio, se levantará y la saludará, normal como ella. Piden otra vuelta él sabe muy bien  ya no hay que  mirarla. Terminan los vasos, traen más tragos, de él y de ellos.

El bar está repleto., La noche está ahí afuera.. Ella le  esta diciendo qué raro que no está…porque el lunes le había  hablado y ella le dijo que saldrían el sábado y él le aseguró que vendrían él y el hermano. Del lunes que dijo de venir al sábado que no vino, ella subió y bajó pisos (pronto oculta el abrigo de capucha junto con el miedo de que llueva), estacionó el auto, caminó al trabajo, caminó de regreso (acomoda al levantarse el plisado de la pollera), arrancó y salió para su casa cada día de la semana. Conversando van las chicas con íntimo acuerdo se despegan del calor se mezclan en la terraza, aire libre y cumbia, se ponen a bailar.

Se para sin soltar su lugar de la barra en el patio para entregarle la banqueta a unas chicas que arrimaron en enjambre, saludan y ríen como un tarro de mermelada brillante. Él se abstrae en el perfume de su cuello. Le revolotean, lo distraen. En las cejas, un disgusto que disimula con la sonrisa y un entrevero de simpatías. «¡ Te convidamos un trago!», nombres, otra sonrisa para salir sin provocar al avispero. En el apuro deja el chopp en la barra, con las manos libres sube. En las mesas o de pie hombres y mujeres murmuran, charlan, escuchan; prestan atención entregan un gesto de comprensión, miran otras caras. Las manos se extienden para entregar tiques o billetes; van, vienen con bandejas y jarras. Qué calor.

Solo, mira hasta con el dorso de las manos: las piernas se flexionan, los zapatos taconean, un meneo y el plisado se despliega. ¡A él siempre le gustó la cumbia!

Qué calor, solo  llamativo perfumado -como recortado del bullicio- sale a la terraza.

Ella lo sintió moviéndose en la pista  hasta con las etiquetas  de la ropa interior,. Lento el suelo gira en compás colectivo, sin prisa la dulzura se escurre en el meneo en una sostenida mezcla de medias vueltas y pasos al costado.

Aquí bailan, de noche, sin techo. Se bancan el sacudir del viento en los peinados el revuelo del baile en los escotes.

Ella quiere sentirlo otra vez, su amiga ya está enterada, el brillo de la atracción se le nota. Por él los labios se separan, ceden un pasadizo que cruza el aire, sin palabras ella ya le habló.

Contando lo que queda: más noche pasó bailando, ella se cuida de mirarlo a los ojos, él esconde que quiere acariciarla. Más noche pasa ella le susurra él sonríe. Más noche para los sabores y los olores.

 

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